Existe un camino ancestral, en el que en tiempos anteriores a la invasión romana en la península ibérica, se peregrinaba hasta el final de la tierra, Fisterra, probablemente el santo grial de antaño, el «Ara Solis»
Fisterra
Son innumerables los vestigios que nos llevan a un camino anterior al que hoy conocemos como «Camino De Santiago». Se ha escrito mucho sobre ello y es que en la antigüedad éste lugar que alberga el monte «O Facho», se consideraba un lugar mágico, un lugar donde el mar se tragaba al Dios Sol, donde se hacían los rituales solares, «el Ara Solis». Posteriormente en tiempos romanos se le llamo el «Finis terrae», el final de la tierra, de ahí su nombre actual, Fisterra o Finisterre en castellano.
Via Lactea
Si seguimos revisando y buscando leyendas podemos observar también que en este lugar, Fisterra, es el lugar donde se acaba la tierra si adoptamos como guía las estrellas de la «vía láctea». Se considera que era otro de los motivos ancestrales del peregrinar pagano del resto de europeos a occidente.
Y es que en definitiva es un lugar con una simbología sin igual desde hace milenios hasta nuestros días. Son miles los peregrinos que hacen el Camino De Santiago y que deciden seguir su peregrinación después de postrarse ante la tumba del Santo Apóstol en Compostela, para finalmente llegar a Fisterra y quemar sus antiguas ropas y presenciar el ocaso, como marca el ritual pagano que tanta simbología da al hecho de morir y resurgir en una nueva y mejor vida.
¡Existe Fisterra!
Cuando llegaba a Santiago en mi primera peregrinación, comencé a escuchar entre los peregrinos como se preguntaban si seguían el camino o lo dejaban en Santiago. ¡Estaba totalmente sorprendido! Desconocía por completo aquello de «seguir el camino», ¿pero el camino no era hasta Santiago? Y poco a poco fui preguntando a quienes formulaban las preguntas o quienes hablaban de ello. La cuestión es que te despierta una curiosidad que no se calma con simples preguntas. En fin, yo había cumplido mi propósito de llegar a los pies de la Catedral en la Plaza del Obradoiro.
Así que después de visitar la ciudad, recoger la ansiada «Compostela» y tomar unas cervezas con el alma despierta, nos dispusimos a emprender el regreso a nuestro hogar. Recuerdo aquel viaje de vuelta como si fuera ayer, sabía que aquel camino había sido el primero de más caminos. Aquel camino había supuesto algo iniciático.
Y como era de esperar, pues no hay quién me conozca mejor que yo, se me clavó la espinita de lo que había escuchado en estos días en Santiago. Tengo que «peregrinar hasta el fin del mundo», ¡llegar hasta Fisterra! Y desde entonces lo marqué como próximo destino. Desde aquel día de vuelta, ¡comenzó mi nuevo camino hasta Fisterra! Yo soy de los que piensan que el camino comienza desde el momento en el que piensas en hacerlo. Pues nada, manos a la obra otra vez, a investigar, a leer, a buscar, a enterarme de la historia de aquel peregrinar que ya había comenzado. Y sin mucho tiempo que esperar en la siguiente primavera….. ¡hasta Fisterra!
Camino a Fisterra
Llego el domingo de ramos, primavera en Sevilla, olor a azahar, luna cuarto creciente, nubes blancas, en horas sonarán trompetas en el porvenir… mente abierta, cuerpo liviano, sentidos a flor de piel….. y allá voy, dejo por primera vez mi querida Semana Santa Sevillana, me espera Galicia! me espera el camino! me espera Fisterra!
El domingo bien temprano, al poco de amanecer, aparcamos el coche cerca del «malecón» de Sarria (Lugo) y afrontamos la escalinata que nos lleva a «la merced», para dar nuestros primeros pasos hacia el «fin del mundo».
Recordando los pasos que dimos unos meses antes hasta llegar a Santiago, estos cuatro días hasta llegar el miércoles, nos sirvió de buen entrenamiento. De estos cuatro días recuerdo principalmente la parada para desayunar en Mercadoiro, como nos atendió su regente, se tomo un café con nosotros y nos dijo: ¡ese es el verdadero camino!, ¡os va a encantar! Y qué razón llevaba.
Cuando decidimos salir el jueves del Obradoiro, suelo de piedra mojadas por el relente del amanecer, probablemente había chispeado también un rato antes, comenzamos a seguir flechas amarillas pero esta vez en dirección contraria a la habitual. Solo nos hizo falta andar pocos metros para darnos cuenta de la belleza de lo que empezábamos, y sin más, con la liviandad por sentido, nos encajamos en Ponte Maceira.
La energía del lugar te carga las «pilas» para todo el día. Y seguimos para hacer noche en Negreira, magia por los cuatro costados. Y así paso a paso fuimos acercándonos a lugares como Santa Mariña, Olveiroa, Cee, Corcubión, para dar entrada en Fisterra por la playa de la Langosteira.
Peregrinos especiales
En la última etapa nos quedamos en un albergue en Olveiroa en el que conocimos a un peregrino que nos marcó los últimos pasos hasta el final de la tierra conocida. Nos levantamos con el ánimo de afrontar los últimos 35km que nos distaban a Fisterra. Y mientras hacíamos las mochilas entablamos conversación con este Italiano afincado en Berlín. Un señor que había hecho el camino meses antes desde roma hasta Fisterra con solo una muda en una bolsa de cuerdas. Había llegado a tomar la decisión de hacer el camino, tras superar un cáncer milagrosamente, una vez que ya lo habían desahuciado del hospital a casa para morir tranquilo. Lo había donado todo a una institución benéfica para estudiar esa maldita enfermedad y se había lanzado a peregrinar.
Una vez llego a Fisterra, fue tal su sorpresa que se quedo en el Finis Terrae, tres meses cómo Hospitalero voluntario en un albergue privado. Esa era su primera etapa del camino que comenzaba hacia Jerusalem. ¡No salía de mi asombro! Rebosaba la felicidad por los poros de su piel. Y lo mejor de todo, sabía transmitírtela, te hipnotizaba escucharles sus relatos y aventuras. Cuando nos despedimos, nos regalo un estampa del Corazón de Jesus y nos deseo un feliz camino en la vida. ¡Gracias Gianluca!
Llegamos a Fisterra
Y así sin más nos fuimos acercando a Fisterra, entre montes bañados por la ría de Corcubión. No puedo decir nada más que MÁGICO. Y llegamos a Fisterra descalzos, con nuestras mochilas y las botas atados los cordones y al cuello, bañando nuestros doloridos pies por el océano Atlántico. Descalzos de pies y desnudos de alma. Llegamos al albergue, ducha y unos 4km más para llegar al cabo de Fisterra, al Ara Solis, por la ladera del Monte O Facho.
El resurgir
Acabó la tierra y comenzó la inmensidad del mar, y el sol cada vez más se acercaba para rozar en el horizonte el agua. Y con La Paz interior y la calma por bandera, dejamos «morir» nuestros sueños para hacerlos realidad. Y dejar que nazcan los nuevos cuando el sol vuelva a resurgir. El sol murió en el mar. Y nosotros como testigos con Almas puras y limpias dejamos lo pesado del pasado allí, murió aquel ocaso!
Y al día siguiente, resurgimos nuevos, agradeciendo al sol su nuevo baño…
Buen Camino! Ultreia et suseia!
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